Y entonces, en los años 50s, llegó a México un apuesto, alto, y -por supuesto- blanco, príncipe italiano, que acaparó todas las atenciones, la prensa y también toda la estupidez de la clase adinerada mexicana, que le tuvo como una gran sensación, y le entregaron su amor, su veneración...y su dinero, dejándose estafar, porque el príncipe era un impostor. ¿Argumento digno de una novela? Pues lo es... y no...
Lo es porque la historia antes narrada, efectivamente, es la trama de una novela; probablemente la mejor de Luis Spota: Casi el Paraíso. No, no se enojen conmigo, no les hice spoiling, no les revelé el final ni nada parecido; desde el principio, el lector de Casi el Paraíso es informado que el supuesto príncipe italiano Ugo Conti es un estafador que simplemente se aprovecha del racismo, estupidez y provincianismo de los adinerados mexicanos, quienes, al saber -o creer- que un noble les visita, se desviven por estar cerca de él, y le dan regalos, favores, dinero, y hasta sus hijas y esposas con tal de obtener la amistad del Príncipe.
Pero al mismo tiempo, no se trata de una novela: Luis Spota se basó en la verdadera historia de la visita del principe Carol de Rumania a México, y el modo tan servil y abyecto en que lo recibió la sociedad adinerada mexicana. Luis Spota, un conocido periodista, no pudo dejar de notar todo ello, y lo plasmó en Casi el paraíso, burlándose de ellos.
La novela se publicó en 1956, y se convirtió en la mejor novela de Luis Spota, al grado de que mereció una segunda parte, llamada Paraíso 25, ocurrida precisamente 25 años después de la primera, y que vuelve a retratar a la sociedad gobernante, pero esta vez enfocándose más en sus vicios y corrupción. Si la brillantez de Casi el Paraíso es retratar mediante la caricatura, la de Paraíso 25 es documentar la corrupción; es prácticamente un espantable catálogo de todos los subterfugios que los poderosos usan para robar impunemente.
Ahora que están de moda las novelas históricas, Casi el Paraíso y Paraíso 25, de ser una especie de reportes o novelas de denuncia, se han convertido en brillantes novelas históricas, cuya lectura es un drama tragicómico: la parte cómica de ellas es que retrató fielmente los vicios, pretensiones e ignorancia de quienes gobernaban México en ese entonces. La parte trágica: Que nada ha cambiado, y quienes hoy gobiernan siguen siendo exactamente los mismos, exactamente igual de corruptos y exactamente igual de imbéciles; y la parte dramática: que no sólo es en México, sino en todos lados.
Lo es porque la historia antes narrada, efectivamente, es la trama de una novela; probablemente la mejor de Luis Spota: Casi el Paraíso. No, no se enojen conmigo, no les hice spoiling, no les revelé el final ni nada parecido; desde el principio, el lector de Casi el Paraíso es informado que el supuesto príncipe italiano Ugo Conti es un estafador que simplemente se aprovecha del racismo, estupidez y provincianismo de los adinerados mexicanos, quienes, al saber -o creer- que un noble les visita, se desviven por estar cerca de él, y le dan regalos, favores, dinero, y hasta sus hijas y esposas con tal de obtener la amistad del Príncipe.
Pero al mismo tiempo, no se trata de una novela: Luis Spota se basó en la verdadera historia de la visita del principe Carol de Rumania a México, y el modo tan servil y abyecto en que lo recibió la sociedad adinerada mexicana. Luis Spota, un conocido periodista, no pudo dejar de notar todo ello, y lo plasmó en Casi el paraíso, burlándose de ellos.
La novela se publicó en 1956, y se convirtió en la mejor novela de Luis Spota, al grado de que mereció una segunda parte, llamada Paraíso 25, ocurrida precisamente 25 años después de la primera, y que vuelve a retratar a la sociedad gobernante, pero esta vez enfocándose más en sus vicios y corrupción. Si la brillantez de Casi el Paraíso es retratar mediante la caricatura, la de Paraíso 25 es documentar la corrupción; es prácticamente un espantable catálogo de todos los subterfugios que los poderosos usan para robar impunemente.
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