El día último del año existen muchas tradiciones, algunas de ellas muy locales y hasta familiares; y otras, muy extendidas y hasta internacionales, como esperar expectantes en un grupo o multitud el conteo regresivo del final del año, y entonces, dar la bienvenida con regocijo al año nuevo. De algunas costumbres se sabe su origen, pero otras se pierden en el paso de los años.
Lanzar fuegos artificiales en los festejos es ya una costumbre mundial, y cada país reclama ser el más excelso en la ejecución de estos divertimentos; y especialmente en año nuevo, varios países rivalizan por ofrecer los más fastuosos fuegos artificiales. Pero aunque mundial, el origen de estos luminosos juegos nocturnos es China. Claro, la nación que inventó casi todo, desde los exámenes hasta la brújula, no podía dejar de inventar la pólvora, usada originalmente para fines recreativos, los fuegos artificiales, y después, gracias a la creatividad occidental, se usó para la guerra.
En España principalmente, y en la mayoría de los países de Latinoamérica se acostumbra comer 12 uvas al son de las últimas doce campanadas del año, al tiempo que se piden 12 deseos. Si se logra comer las doce uvas a tiempo con las campanadas, los deseos se irán cumpliendo a lo largo del año. De lo contrario, bueno, risas no faltaron. El origen de esta costumbre tiene varios capítulos, aparentemente separados, y que al final terminaron fundiéndose en una sola cosa.
La costumbre fue importada a Latinoamérica desde España, país que a su vez la trajo de Francia, dándole la forma que tiene hasta ahora. En Francia se acostumbraba (quizás todavía) tomar champán acompañándolo con uvas. Así que la aristocracia española, siempre nacionalista e inflexible cuando se trata de privilegios, pero internacional y adaptable cuando se trata de un nuevo lujo o placer, adoptó esa costumbre francesa y en los festejos donde se tomaba champán, como Navidad y año nuevo, dieron en consumirlo junto con uvas.
Por otro lado, en los Países Bajos se cree que Sinterklaas (San Nicolás) viene no de el Polo Norte, sino de España. Así, durante el siglo XIX hubo varios entusiastas de Sinterklaas que viajaban a España y preguntaban por él. Como el equivalente español de Sinterklaas son los Reyes magos, estos turistas holandeses hacían el 5 de enero su búsqueda. Los españoles, que esa noche estaban muy atareados en comprar juguetes para sus niños y de paso, se armaban una ruidosa fiesta callejera, aprovechaban para burlarse de los turistas. Hubo un par de molestos incidentes internacionales, que llegaron a oídos del alcalde de Madrid, quien decidió terminar de una vez con estos excesos, y de paso, deshacerse de la alegre pero ebria chusma que inundaba Madrid en las noches del 5 de enero; por lo que en 1882, emitió un bando en el que se prohibía, bajo la pena de 5 pesetas de multa, hacer fiesta en las calles ese día.
Aparentemente la economía de los madrileños era más o menos igual de exigua que ahora, porque decidieron obedecer el bando (5 pesetas era mucho dinero). Sin embargo, encontraron la manera de desafiarlo: en una versión steampunk de los indignadosó de la spanishrevolution, un grupo de madrileños se reunió en la noche del 31 de enero, (para no contravenir el bando) y frente a la alcaldía, tomaron vino con uvas, haciendo mofa de la costumbre importada por los aristócratas, y seguramente, con cada uva, deseándoles muy feliz año.
Lo que ahora llamaríamos acción de resistencia civil, fue un éxito de prensa, y ya en 1896 varios periódicos señalan "comer 12 uvas el 31 de diciembre"como "una costumbre madrileña"; y en 1902 ya se había extendido a toda España. Pero no todos podían darse ese lujo, pues las uvas no eran fáciles de conseguir en esa época del año.
Lo que terminó de apuntalar la tradición fue que en 1909 hubo un exceso de cosecha en Alicante y Murcia. Los agricultores, deseando colocar su producto, promocionaron como nunca antes la tradición de las doce uvas, y astutamente les llegaron a llamar las 12 uvas de la suerte ó las 12 uvas mágicas.
Así, pues, de España saltó a Latinoamérica y ahora la de las 12 uvas ya es una tradición bien enraizada. ¿Es tradición o superstición? No sé, pero yo lo hago por la diversión, por la tradición, y por lo que decía Voltaire, -quien rezaba aunque era un conocido ateo-: "lo hago, por si resulta ser verdad".
Lanzar fuegos artificiales en los festejos es ya una costumbre mundial, y cada país reclama ser el más excelso en la ejecución de estos divertimentos; y especialmente en año nuevo, varios países rivalizan por ofrecer los más fastuosos fuegos artificiales. Pero aunque mundial, el origen de estos luminosos juegos nocturnos es China. Claro, la nación que inventó casi todo, desde los exámenes hasta la brújula, no podía dejar de inventar la pólvora, usada originalmente para fines recreativos, los fuegos artificiales, y después, gracias a la creatividad occidental, se usó para la guerra.
En España principalmente, y en la mayoría de los países de Latinoamérica se acostumbra comer 12 uvas al son de las últimas doce campanadas del año, al tiempo que se piden 12 deseos. Si se logra comer las doce uvas a tiempo con las campanadas, los deseos se irán cumpliendo a lo largo del año. De lo contrario, bueno, risas no faltaron. El origen de esta costumbre tiene varios capítulos, aparentemente separados, y que al final terminaron fundiéndose en una sola cosa.
La costumbre fue importada a Latinoamérica desde España, país que a su vez la trajo de Francia, dándole la forma que tiene hasta ahora. En Francia se acostumbraba (quizás todavía) tomar champán acompañándolo con uvas. Así que la aristocracia española, siempre nacionalista e inflexible cuando se trata de privilegios, pero internacional y adaptable cuando se trata de un nuevo lujo o placer, adoptó esa costumbre francesa y en los festejos donde se tomaba champán, como Navidad y año nuevo, dieron en consumirlo junto con uvas.
Por otro lado, en los Países Bajos se cree que Sinterklaas (San Nicolás) viene no de el Polo Norte, sino de España. Así, durante el siglo XIX hubo varios entusiastas de Sinterklaas que viajaban a España y preguntaban por él. Como el equivalente español de Sinterklaas son los Reyes magos, estos turistas holandeses hacían el 5 de enero su búsqueda. Los españoles, que esa noche estaban muy atareados en comprar juguetes para sus niños y de paso, se armaban una ruidosa fiesta callejera, aprovechaban para burlarse de los turistas. Hubo un par de molestos incidentes internacionales, que llegaron a oídos del alcalde de Madrid, quien decidió terminar de una vez con estos excesos, y de paso, deshacerse de la alegre pero ebria chusma que inundaba Madrid en las noches del 5 de enero; por lo que en 1882, emitió un bando en el que se prohibía, bajo la pena de 5 pesetas de multa, hacer fiesta en las calles ese día.
Aparentemente la economía de los madrileños era más o menos igual de exigua que ahora, porque decidieron obedecer el bando (5 pesetas era mucho dinero). Sin embargo, encontraron la manera de desafiarlo: en una versión steampunk de los indignadosó de la spanishrevolution, un grupo de madrileños se reunió en la noche del 31 de enero, (para no contravenir el bando) y frente a la alcaldía, tomaron vino con uvas, haciendo mofa de la costumbre importada por los aristócratas, y seguramente, con cada uva, deseándoles muy feliz año.
Lo que ahora llamaríamos acción de resistencia civil, fue un éxito de prensa, y ya en 1896 varios periódicos señalan "comer 12 uvas el 31 de diciembre"como "una costumbre madrileña"; y en 1902 ya se había extendido a toda España. Pero no todos podían darse ese lujo, pues las uvas no eran fáciles de conseguir en esa época del año.
Lo que terminó de apuntalar la tradición fue que en 1909 hubo un exceso de cosecha en Alicante y Murcia. Los agricultores, deseando colocar su producto, promocionaron como nunca antes la tradición de las doce uvas, y astutamente les llegaron a llamar las 12 uvas de la suerte ó las 12 uvas mágicas.
Así, pues, de España saltó a Latinoamérica y ahora la de las 12 uvas ya es una tradición bien enraizada. ¿Es tradición o superstición? No sé, pero yo lo hago por la diversión, por la tradición, y por lo que decía Voltaire, -quien rezaba aunque era un conocido ateo-: "lo hago, por si resulta ser verdad".